miércoles, 9 de abril de 2014

Paternidad responsable (y VI) - Consecuencias en el matrimonio

Termino esta serie con este sexto artículo, en el cual quiero hacer referencia a la experiencia, tanto propia como recibida de otros matrimonios, con respecto a la aplicación o no de la paternidad responsable en la vida de un matrimonio cristiano. Para empezar como siempre, con las fuentes,  vamos a hacer referencia a dos textos: 
- De la encíclica Humanae VItae:  
 " Esta disciplina, propia de la pureza de los esposos, lejos de perjudicar el amor conyugal, le confiere un valor humano más sublime. Exige un esfuerzo continuo, pero, en virtud de su influjo beneficioso, los cónyuges desarrollan íntegramente su personalidad, enriqueciéndose de valores espirituales: aportando a la vida familiar frutos de serenidad y de paz y facilitando la solución de otros problemas; favoreciendo la atención hacia el otro cónyuge; ayudando a superar el egoísmo, enemigo del verdadero amor, y enraizando más su sentido de responsabilidad. Los padres adquieren así la capacidad de un influjo más profundo y eficaz para educar a los hijos; los niños y los jóvenes crecen en la justa estima de los valores humanos y en el desarrollo sereno y armónico de sus facultades espirituales y sensibles." (HV 21)
- Y en la Escritura encontramos la siguiente frase de San Pablo.
"No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo, para daros a la oración; luego, volved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra incontinencia."  (1 Co 7, 5)
 A partir de estos dos textos, me gustaría hacer las siguientes reflexiones.
1.- Los matrimonios cristianos tenemos a nuestra disposición un Magisterio eclesial muy claro con respecto al tema, que todos deberían conocer en profundidad. Es más, yo creo que debería ser de obligado cumplimiento para todos la lectura completa de la Humanae Vitae como parte de su formación prematrimonial.

2.- Sería de mucha ayuda que los presbíteros que asisten a las comunidades cristianas tuvieran una formación suficiente como para poder dar criterios claros a los cristianos cuando son requeridos para ello. No voy a generalizar, porque sería injusto,  pero en mi experiencia propia y de los matrimonios con los que he hablado, bastantes presbíteros o no tienen la formación necesaria o no tienen las ideas lo suficientemente claras; a lo mejor es solo mi caso, pero me ha sido muy difícil encontrar a uno que sea capaz de darte una ayuda real, un criterio concreto que, respetando el fuero interno del matrimonio, sirva de ayuda a los esposos. Por misericordia de Dios yo sí lo he encontrado, pero es muy triste no poder recibir un consejo, sobre todo cuando un matrimonio atraviesa dificultades serias, y acuden a su pastor en busca de ayuda.

3.- El uso correcto de los métodos naturales fortalece la comunión en el matrimonio. Porque es necesario un discernimiento común, es necesario valorar las necesidades del otro, y es necesaria una "ascética", una castidad conyugal, que redunda en beneficio de los dos, y por añadidura, de los hijos.

4.- El desconocimiento del Magisterio ha provocado un sinnúmero de sufrimientos innecesarios. Cuántas veces un matrimonio que está atravesando problemas serios del tipo que sea, y no tiene claro lo que dice la Iglesia, en su recta intención acaba acudiendo a la abstinencia permanente. Como hemos visto en la carta a los Corintios, no es bueno que se alargue en el tiempo por la tentación que puede provocar para cualquiera de los esposos. A pesar de que un célibe tiene una llamada a vivir esa castidad permanente, no es así en un matrimonio, y cuando se alarga la abstinencia se pierde el aspecto unitivo que es vital en la relación conyugal. Incluso en casos extremos puede poner a cualquiera de los conyuges en tentaciones mucho peores (adulterio, prostitución, etc.)

5.- De la misma forma, también se puede producir, y de hecho se produce a veces una situación terrible, que es el resentimiento entre los conyuges, porque tienen miedo de un nuevo embarazo, o que no se sienten comprendidos el uno por el otro. Se levanta un muro de incomprensión y de rencor entre ellos, y esa ruptura interior es muy peligrosa, para el matrimonio y para los hijos.
No me alargo más. Como decía en un comentario anterior, no es mi intención enseñar los aspectos "técnicos" de los métodos naturales, sino fomentar el conocimiento profundo de lo que dice la Iglesia, para ayudarnos a todos a vivir su matrimonio en mayor plenitud. 

Cuando vas profundizando en lo que dice el Magisterio, te das cuenta de que la Iglesia es MADRE, vela por sus hijos, y no pide algo imposible. 

También tengo que decir que es una enorme ayuda compartir la fe con otros hermanos que pasan por las mismas situaciones. La Comunidad Cristiana viene en ayuda de los matrimonios de manera trascendental.

Que el Señor nos ayude a todos.


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lunes, 31 de marzo de 2014

Paternidad Responsable (V) - Graves motivos

Después de todo lo visto hasta ahora, parece claro que la clave de la utilización de los métodos naturales (para espaciar los nacimientos) pasa por el discernimiento del matrimonio sobre los "graves motivos". Esta expresión, que es la que literalmente utiliza la Humanae Vitae, nos indica a primera vista que no vale cualquier motivo; que debe ser un motivo grave. Pero lo llamativo es que ni la HV, ni la Gaudium et Spes, ni ningun otro documento del Magisterio que yo conozca, reflejan un "listado" de motivos graves. Es decir, la Iglesia NO dice específicamente cuáles son o no son motivos justificados para espaciar los nacimientos. ¿Por qué?

Este asunto es muy subjetivo, y quiero dejar perfectamente diferenciado lo que dicen los documentos magisteriales de lo que es mi propia interpretación, para no dar lugar a equívocos. Así que, como siempre, empecemos por las fuentes:   

-  "[Los conyuges] con responsabilidad humana y cristiana cumplirán su misión y con dócil reverencia hacia Dios se esforzarán ambos, de común acuerdo y común esfuerzo, por formarse un juicio recto, atendiendo tanto a su propio bien personal como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las circunstancias de los tiempos y del estado de vida tanto materiales como espirituales, y, finalmente, teniendo en cuanta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la propia Iglesia. Este juicio, en último término, deben formarlo ante Dios los esposos personalmente. En su modo de obrar, los esposos cristianos sean conscientes de que no pueden proceder a su antojo, sino que siempre deben regirse por la conciencia, lo cual ha de ajustarse a la ley divina misma, dóciles al Magisterio de la Iglesia, que interpreta auténticamente esta ley a la luz del Evangelio." (GS 50)
-  "En relación con las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, la paternidad responsable se pone en práctica ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia numerosa ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido."  (HV 10).
- "Por consiguiente, si para espaciar los nacimientos existen serios motivos, derivados de las condiciones físicas o psicológicas de los cónyuges, o de circunstancias exteriores, la Iglesia enseña que entonces es lícito tener en cuenta los ritmos naturales inmanentes a las funciones generadoras para usar del matrimonio sólo en los periodos infecundos y así regular la natalidad sin ofender los principios morales que acabamos de recordar "(HV 16)
- "Una práctica honesta de la regulación de la natalidad exige sobre todo a los esposos adquirir y poseer sólidas convicciones sobre los verdaderos valores de la vida y de la familia, y también una tendencia a procurarse un perfecto dominio de sí mismos. El dominio del instinto, mediante la razón y la voluntad libre, impone sin ningún género de duda una ascética, para que las manifestaciones afectivas de la vida conyugal estén en conformidad con el orden recto y particularmente para observar la continencia periódica. " (HV 21)
Hasta aquí la parte del Magisterio de este artículo, que nos da unas cuantas indicaciones claras. A partir de aquí, lo que yo interpreto, que someto en caso de error a lo que la Santa Iglesia diga. En todo caso, es una opinión fundada en la experiencia personal y en los testimonios de otros matrimonios en circunstancias similares.
Punto 1: Cada matrimonio es diferente. La experiencia dice que en una circunstancia aparentemente similar, dos matrimonios distintos pueden discernir que tienen graves motivos, o que no los tienen, para decidir espaciar el nacimiento de un futuro hijo. Y los dos pueden estar haciendo la voluntad de Dios a pesar de que sus decisiones sean contrapuestas. Porque hay circunstancias internas del matrimonio que no se pueden conocer desde fuera. Incluso pueden discernir que efectivamente existen en su caso motivos graves para espaciar un nuevo nacimiento, y aun así decidir abrirse a la posibilidad de que venga un nuevo hijo. Si es una decisión consciente y libre, consensuada en la pareja, seguirá siendo tan válida como las otras dos opciones planteadas.
Punto 2: La decisión debe ser de común acuerdo. El discernimiento del matrimonio para este asunto (y para tantos otros) es complementario. Muchas veces lo que no ve un conyuge lo ve el otro, pero sobre todo, no debe imponerse el criterio de uno de los conyuges sobre el otro.
Punto 3: No es un discernimiento definitivo, sino dinámico. Debe ir haciéndose a lo largo de la vida matrimonial, porque las circunstancias van cambiando, y lo que ayer pudo ser considerado un motivo grave posteriormente puede cambiar y se debe volver a valorar la situación, y a discernir dentro del matrimonio. Se me ocurre un caso que sirva para ilustrarlo. Por ejemplo, la necesidad de atender la enfermedad terminal de un padre anciano puede hacer discernir a un matrimonio concreto que se debe esperar. Si posterioremente el anciano padre fallece, obviamente las circunstancias del matrimonio cambian, y deben discernir de nuevo.
Punto 4: La paternidad responsable se practica por medio de la continencia periódica, es decir, exige del don de la templanza para practicar la castidad matrimonial. Ese esfuerzo es en sí mismo beneficioso para el matrimonio. Por mi propia experiencia, debo confirmar lo que dice la Iglesia respecto al influjo positivo que supone la templanza que requiere una paternidad responsable. Yo mismo puedo dar testimonio de que el esfuerzo por poner en practica lo que se ha discernido, genera un beneficio enorme para el matrimonio, incrementando la comunión entre los conyuges.
y Punto 5: Aunque en algún momento pueda haber un discernimiento erróneo por parte de los conyuges, la vida de fe en comunidad ayudará a los esposos a descubrir los posibles fallos, si es que se producen. Los sacramentos y el influjo del Espíritu Santo ayudan a los conyuges a buscar siempre la voluntad de Dios, y por tanto a repensar las decisiones tomadas. Obviamente, en caso de duda, los conyuges pueden pedir consejo a alguien (un sacerdote, unos catequistas, etc.) que podrán ayudar a iluminar, pero la decisión, para que sea como la Iglesia quiere, debe ser tomada por los conyuges.
A modo de conclusión, yo creo que no hay que tener "todos los hijos que Dios nos mande", sino "todos los hijos que Dios quiera que tengamos", que parece lo mismo pero no lo es. En algunos casos serán muchos, en otros casos pocos, y en algunos casos uno o ninguno. Lo importante no es que sean muchos, sino que sean los que Dios quiere para esa familia concreta. 
"Lo que Dios quiera, como Dios quiera, cuando Dios quiera" (Santa Maravillas de Jesús) 

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Los artículos anteriores:

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jueves, 27 de marzo de 2014

Paternidad Responsable (IV) - Los métodos naturales

Empezamos acudiendo a las fuentes:
"los métodos naturales de regulación de la fertilidad han de ser promovidos como una valiosa ayuda para la paternidad y maternidad responsables, en la que cada persona, comenzando por el hijo, es reconocida y respetada por sí misma, y cada decisión es animada y guiada por el criterio de la entrega sincera de sí."
 
Beato Juan Pablo II - 1995
Como habréis podido comprobar en los artículos de esta serie, varios Papas han hablado en serio del asunto, aunque muchísimos católicos, y también muchísimos sacerdotes, desconocen el generoso Magisterio que la Iglesia ha dado sobre la paternidad responsable.
Los métodos naturales de regulación de la fertilidad se basan en una serie de estudios científicos que, analizando el ciclo femenino en profundidad, tratan de detectar la fertilidad de la mujer, identificando signos externos que se manifiestan sistemáticamente en cada ciclo. No es viable (al menos de momento) la detección de la ovulación de manera exacta e indubitable, pero sí que es posible detectarla con un margen de error lo suficientemente pequeño como para que el matrimonio pueda saber aproximadamente en qué momento sus relaciones conyugales se puede producir o no una fecundación.

Esto implica que estos métodos naturales no solo son útiles para evitar un embarazo, sino que también pueden ser utilizados por los matrimonios que tienen dificultades para concebir un hijo. Antes de someterse a ningún tratamiento farmacológico para incrementar las posibilidades de fecundación (los únicos tratamientos de fertilidad admitidos por el Magisterio de la Iglesia), yo aconsejaría siempre a estos matrimonios que aprendieran a conocer su cuerpo y sus ritmos, para poder tener sus relaciones en los periodos más fértiles, e incrementar las posibilidades de fecundación lo más posible. Por otro lado, casi todos los tratamientos de fertilidad someten a los esposos a una serie de pruebas, bastante desagradables, y sus tratamientos son casi siempre con fármacos hormonales, que alteran los mecanismos hormonales propios, con efectos  secundarios imprevisibles.

Otra de las causas por las que son tan poco conocidos estos métodos es que se dice de ellos que son muy poco seguros. Hombre, seguros 100% no hay ninguno, porque hasta la esterilización quirúrgica tiene un margen de error de hasta el 0,03%, pero se estima que los métodos naturales más desarrollados (como el sintotérmico) tienen una probabilidad de error inferior al 3%. Yo creo que es un margen suficiente, pero en todo caso, hasta en ese porcentaje se pueden hacer matizaciones.

La seguridad "absoluta", para un matrimonio cristiano, como hemos visto en el artículo anterior, no debe ser necesaria. Porque dejamos la última palabra a Dios. Pero curiosamente, los estudios científicos han comprobado que hay un periodo en el ciclo femenino que es totalmente infértil: desde tres días después de la ovulación, hasta que llega la regla.
Yo creo que es importante conocer los procesos fisiológicos, y sobre todo es importante poner en práctica la enseñanza de la Iglesia. Discernir, decidir en comunión en la pareja, aplicar la decisión del matrimonio usando, si fuera preciso, los periodos infértiles, y siempre, siempre acoger la voluntad de Dios como lo mejor para la vida de la familia cristiana. 
Hay varias webs donde se describe con detalle los métodos naturales, os copio algunas buenas, para que podáis enlazar directamente:

-          Cofvirgendeolaz.org

-          Donaimare.org

 

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viernes, 21 de marzo de 2014

Paternidad responsable (III) - Los métodos anticonceptivos

Este es, probablemente, el tema más espinoso de todos, y el que provoca más controversias entre católicos de toda condición.
La pregunta clave es:
Si un matrimonio católico ha discernido ante Dios (tal como veíamos en los dos artículos anteriores que define la Iglesia) que debe evitar un nuevo embarazo por un tiempo ¿por qué no puede hacer uso de los métodos anticonceptivos artificiales (píldora, preservativos, DIU, etc.)?
La respuesta en la Humanae Vitae:
La Iglesia enseña que cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida.
Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador (HV 11 y 12)
La explicación queda bastante clara, pero me gustaría hacer algunas precisiones. Estos extractos de la HV son la clave del magisterio sobre paternidad responsable. El matrimonio puede discernir que no conviene en este momento a su matrimonio un nuevo embarazo, y lo pueden haber discernido en recta intención.
Sin embargo, la confianza en la voluntad de Dios hace que los católicos dejemos en sus designios LA ÚLTIMA PALABRA sobre el asunto. Es decir, aunque el matrimonio puede hacer uso de los periodos no fértiles para evitar una posible concepción, siempre lo hará sabiendo que puede producirse un embarazo si Dios lo dispone, porque Él es el Señor de la historia, y proveerá lo necesario si ha permitido ese nuevo embarazo no buscado.
Gran parte de los problemas que sufren muchos matrimonios, aunque no lo sepan, están provocados por esta desconfianza en Dios. Este cerrarse a la voluntad de Dios con la utilización de métodos anticonceptivos artificiales, hace que la entrega en las relaciones conyugales no se plena, esté condicionada y por tanto, limitada. Y esa actitud del corazón condiciona mucho más de lo que se puede imaginar, la dinámica del matrimonio. Porque, amigos, el matrimonio solo funciona para siempre, solo puede ser una alianza eterna, cuando se apuesta todo, cuando se juega toda la vida en el empeño. Y cuando en algo tan trascendente para la vida matrimonial como las relaciones conyugales, se separa esa "inseparable conexión que Dios ha querido", se produce una ruptura que limita el amor, que pone las relaciones en peligro, porque cuando se separan esas dos finalidades principales, aparece el egoísmo, la búsqueda del placer como fin, cuando solo es un medio, y la "utilización del otro". No pasa todo el primer día, claro, pero a medida que pasa el tiempo, el matrimonio se desliza cada vez más por esa peligrosa pendiente.
Por eso la Iglesia dice:
En conformidad con estos principios […] hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos […] toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación. (HV 14) 
En algún artículo posterior veremos que no solo SE PUEDE vivir abierto a la voluntad de Dios, sino que es el secreto de la verdadera felicidad matrimonial. El hecho de tratar de ajustarse a lo que Dios quiere, apoyados en unos métodos naturales, que solo se pueden poner en práctica por medio de la "castidad conyugal", hace que aumente la comprensión en el matrimonio, y que la unión en el matrimonio se fortalezca en las vicisitudes cotidianas.
Seguiremos con este tema. 
Por si queréis consultar los artículos anteriores:

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miércoles, 19 de marzo de 2014

Paternidad responsable (II)

Vamos con una segunda fuente fundamental. La carta encíclica más importante escrita a este respecto es la Humanae Vitae  que presentó el papa Pablo VI en el año 1968. En mi opinión es un documento que todos los matrimonios católicos deberían leer y conocer en profundidad, puesto que pone de manifiesto la postura del Magisterio de la Iglesia sobre un punto crucial en su vida matrimonial. 
 
La historia de esta encíclica es muy interesante y da para un artículo entero, pero solo comentaré un detalle: fue la última encíclica que escribió este Papa, a pesar de que todavía estuvo diez años más en el cargo. Y lo que se auguraba en la encíclica, se ha ido cumpliendo en la historia con penosa puntualidad.
 
En relación a la paternidad responsable dice:
 
"Por ello el amor conyugal exige a los esposos una conciencia de su misión de "paternidad responsable" sobre la que hoy tanto se insiste con razón y que hay que comprender exactamente. Hay que considerarla bajo diversos aspectos legítimos y relacionados entre sí. 
 
En relación con los procesos biológicos, paternidad responsable significa conocimiento y respeto de sus funciones (1); la inteligencia descubre, en el poder de dar la vida, leyes biológicas que forman parte de la persona humana. 
 
En relación con las tendencias del instinto y de las pasiones, la paternidad responsable comporta el dominio necesario que sobre aquellas han de ejercer la razón y la voluntad (2)
 
En relación con las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, la paternidad responsable se pone en práctica ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia numerosa ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido (3)
 
La paternidad responsable comporta sobre todo una vinculación más profunda con el orden moral objetivo, establecido por Dios, cuyo fiel intérprete es la recta conciencia(4). El ejercicio responsable de la paternidad exige, por tanto, que los cónyuges reconozcan plenamente sus propios deberes para con Dios, para consigo mismo, para con la familia y la sociedad, en una justa jerarquía de valores. 
 
En la misión de transmitir la vida, los esposos no quedan, por tanto, libres para proceder arbitrariamente, como si ellos pudiesen determinar de manera completamente autónoma los caminos lícitos a seguir, sino que deben conformar su conducta a la intención creadora de Dios (5), manifestada en la misma naturaleza del matrimonio y de sus actos y constantemente enseñada por la Iglesia" (Humanae Vitae 10).
 
Cuatro puntos a tener en cuenta:
 
   (1) Hay que conocer las "leyes biológicas" que regulan la fecundidad. Eso significa conocer los ritmos del cuerpo, sabiendo cuándo y en qué circunstancia la relación conyugal puede dar lugar o no a un nuevo embarazo. Un pilar de la paternidad responsable es este conocimiento, que permitirá al matrimonio, en función del discernimiento realizado, poner en práctica su decisión sin acudir a medios contrarios a la moral católica. 
 
   (2) Esta parternidad responsable se ejerce a través del don de la templanza, del dominio de sí, de manera que la razón y la voluntad sometan las actitudes del instinto, que muchas veces están guiadas solo por la concupiscencia. 

Este es el tercer pilar de este asunto: Un asunto de esta gravedad no debe estar condicionado por los impulsos del instinto.
 
   (3) El matrimonio debe ponderar seriamente las circunstancias de su familia, de su matrimonio, de las diversas condiciones económicas, psicológicas, sociales, etc. y valorar si hay graves motivos que aconsejen espaciar un nuevo embarazo o evitarlo indefinidamente.
 
   (4 y 5) La recta conciencia, la conciencia bien formada, ayudará a discernir, de manera que, en esta fundamental decisión, no solo influya la interpretación personal de los conyuges, sino que deben buscar seriamente cuál es la Voluntad de Dios para sus vidas en este concreto asunto.
 
 
Como podéis observar, hasta ahora en los dos textos magisteriales que hemos visto, la Iglesia no propugna una familia lo más grande posible, sino que indica que cada matrimonio debe DISCERNIR cuál es la voluntad de Dios, y tratar de ponerla en práctica en cuanto a la paternidad. 

Resumiendo, hasta aquí, tres pilares: 
-  Discernimiento
-  Conocimiento
-  La voluntad domina el instinto. 

Continuará.

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martes, 18 de marzo de 2014

Paternidad responsable

Este es un asunto que, en principio, solo afecta a los matrimonios católicos, puesto que el resto no están sujetos a la ley moral indicada por la Iglesia. Sin embargo, dado que muchos desconocen la verdadera enseñanza de la Iglesia a este respecto, inicio ahora una serie de artículos, donde trataré de exponer de manera comprensible este tema, tan importante para la vida y la comunión del matrimonio, en medio de las dificultades que se plantean en la vida cotidiana.

Empezamos: Lo primero es acudir a las fuentes, evitando interpretaciones personales que podrían contener errores. Hay algunos documentos magisteriales previos al concilio, como la Casti Connubii (de Pio XI), pero creo que los más relevantes son a partir del concilio, puesto que coinciden en el tiempo con los desarrollos científicos que han dado lugar a los "métodos naturales de regulación de la natalidad".

A este respecto, el primer documento relevante es la constitución del CVII llamada GAUDIUM ET SPES, que dice lo siguiente:  «En el deber de transmitir la vida humana y de educarla, lo cual hay que considerar como su propia misión, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y como sus intérpretes. Por eso, con responsabilidad humana y cristiana cumplirán su misión y con dócil reverencia hacia Dios se esforzarán ambos, de común acuerdo y común esfuerzo, por formarse un juicio recto, atendiendo tanto a su propio bien personal como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las circunstancias de los tiempos y del estado de vida tanto materiales como espirituales, y, finalmente, teniendo en cuenta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la propia Iglesia. En último término, este juicio deben formarlo ante Dios los esposos personalmente. En su modo de obrar, los esposos cristianos sean conscientes de que no pueden proceder a su antojo, sino que siempre deben regirse por la conciencia, la cual ha de ajustarse a la ley divina misma, dóciles al Magisterio de la Iglesia, que interpreta auténticamente esta ley a la luz del Evangelio». (Gaudium et Spes 50)

Este punto de la GS nos pone ya sobre un primer principio fundamental: La paternidad responsable se sostiene sobre el discernimiento del matrimonio, que es uno de sus pilares. Más adelante haré algunas matizaciones al respecto. 


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martes, 25 de febrero de 2014

Derecho a la vida frente al aborto

No tengo nada que añadir. Cuánto mejor nos iría si los políticas tuvieran las cosas tan claras como esta diputada del parlamento andaluz.



Mi ovación para esta mujer.




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