lunes, 28 de mayo de 2012

Con respecto a la última polémica contra la Iglesia

Desde hace poco, se ha comenzado un debate bastante estéril sobre la necesidad o no de que la Iglesia Católica pague el IBI de los edificios en los que actualmente disfruta de exención (templos, conventos, ermitas, etc.). Os podría dar mi visión del asunto, pero mejor os dejo la nota del director de información de la CEE, que lo explica mucho mejor que yo.

Gracias, Olga, por el enlace.

Ubi caritas et amor, Deus ibi est. Aunque lo parezca, no voy a hablarles de la Iglesia y del IBI. Al menos, no por el momento. Lo haré después de traducir la cita latina, para evitar confusión en aquellos que no manejen nuestra lengua madre. La popular antífona nos recuerda que “donde hay caridad y amor, allí está Dios”. En efecto, ese “ibi” nada tiene que ver con el Impuesto de Bienes Inmuebles. En aquel caso, significa “allí”. Cada persona creyente que esté leyendo ahora este artículo puede ponerle distintos nombres y rostros cálidos al frío pronombre de lugar. Mientras los evocan, yo les propongo tres por los que he transitado.

Encontré caridad y amor en la Catedral de Santiago de Compostela cada vez que crucé el Pórtico de la Gloria, con la mochila al hombro y más de 500 kilómetros acumulados en las piernas y en el corazón. Los encuentro en la Eucaristía, a la que conmigo acuden en España más de un millón de personas cada día y cerca de diez millones cada fin de semana. Y los encuentro, también, en el despacho de Caritas parroquial donde a diario hacen fila, cada vez más gruesa por desgracia, miles de personas a las que se asiste en las más variadas y primarias necesidades. ¿Deberían pagar el IBI la Catedral de Santiago, el templo de mi parroquia y su despacho de Cáritas?, ¿no debería pagarlo la Iglesia católica, como hace todo hijo de vecino? –repiten a coro ciertas voces en calculada orquestación que coincide con lo más crudo de los recortes y la crisis que padecemos-.

El primer bulo que hay que desmentir es que “todo hijo de vecino” paga el IBI. No lo pagan, por ejemplo, los partidos políticos, los sindicatos, los locales de la Cruz Roja, las fundaciones, los consulados, las federaciones deportivas, las embajadas, los terrenos de la RENFE, los inmuebles destinados a usos religiosos de las comunidades hebreas, los musulmanes, los evangélicos y otras muchas instituciones en virtud de la Ley 49/2002, denominada “Ley de mecenazgo”. Con todas ellas, la Iglesia comparte el régimen fiscal especial que se concede a entidades sin fines lucrativos, como puede verse en el Título II de la citada Ley.

La legítima pregunta que cabe hacerse es ¿entonces por qué tanta gente piensa que se trata de un privilegio de la Iglesia? ¿Por qué no se cuestiona que deben pagar el IBI, por poner tres ejemplos: UGT, la Federación Española de Fútbol o las mezquitas construidas en España? La manipulación de la opinión pública, que cala como lluvia fina, lleva a creer a mucha gente que la Iglesia católica es la única que no paga el IBI y que además no paga ninguna clase de impuestos.  Los estrambóticos casos que han ido surgiendo en los últimos días como noticias con cuentagotas desde diferentes ayuntamientos, han querido hacer pasar por novedad algo que en realidad no lo era. La Iglesia ya pagaba el IBI de locales no destinados a un uso religioso (como puede ser por ejemplo un garaje, una floristería o la tienda de dulces de un convento) y, de igual manera, ya pagaba las tasas municipales, sobre las que no existe ningún tipo de exención fiscal. Es fácil de entender: por ley, y no como privilegio, sino como exención fiscal compartida con muchas otras instituciones, no se paga el IBI por la Catedral de Burgos, como no lo pagan tampoco por el Museo del Prado, pero se pagan tasas que nada tienen que ver con el mencionado impuesto, como por ejemplo las de basura o las correspondientes al vado de una cochera.

En la misma línea que busca el descrédito general de la Iglesia, se intenta hacer creer que el IBI eclesial supone un porcentaje altísimo sobre el IBI que goza de exención. Sirva como ejemplo para desmentirlo el hecho de que en Madrid, donde están exentos del pago del IBI edificios como el de la SGAE o el del Hotel Palace, podrían recaudarse 109 millones de euros si no existiera exención alguna. Solo el 5% correspondería a la Iglesia católica. Algunos ayuntamientos están contribuyendo a esta ceremonia de la confusión. Saben bien que no está en su mano cobrar el IBI, salvo en los casos excepcionales que hemos citado. Saben que si envían el recibo de un edificio exento por ley, lo más probable es que se lo devuelvan. Y saben también que pueden seguir enviando a las parroquias a todas las personas desesperadas que ellos no atienden “por falta de presupuesto”, porque en este caso, no se devolverá a nadie y se acogerá a todos, sin pedir el dni ni la partida de bautismo.

Por eso, conviene recordar que a los argumentos legales expuestos, cabe sumar poderosas razones morales. Parece lógico que se incentive y que se estimule – también fiscalmente - el trabajo de aquellos que contribuyen con su labor a la configuración de una sociedad mejor. Así se hace en muchos casos. La Iglesia ni tiene ni quiere tener privilegios, pero tampoco ser discriminada. Desgastar la imagen pública de una de las instituciones que más está haciendo por la gente que peor lo está pasando en la crisis, solo puede responder a intereses que nada tienen que ver con el bien común. Afortunadamente, esa piel social que es la opinión pública (y la opinión publicada en los medios) no siempre va de la mano con los datos reales. Cada vez más gente, llama a las puertas de la Iglesia, pero también, gracias a Dios, cada vez son más los que ayudan a sostener esa puerta, a pintarla, a arreglar las cerraduras y a mantenerla abierta.

Hay, por último, quien reconociendo que la Iglesia tiene razón, no estaría de más que en este caso hiciera un gesto, si se quiere simbólico, y que renunciara voluntariamente a la exención del IBI. No se debe olvidar en este punto que la Iglesia ya está haciendo gestos reales todos los días, que conoce lo que es apretarse el cinturón porque acompaña el caminar de los que sufren. Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas están dando ejemplo de generosidad y entrega. Algunos, para animar a muchos, lo han anunciado y se han rebajado considerablemente su ya de por sí exiguo sueldo. Otros, lo han hecho pero han preferido no darlo a conocer. Todos, en cualquier caso, son conscientes de las dificultades gravísimas, no solo materiales, por las que está pasando muchas personas en estos momentos. ¿A qué viene rasgarse las vestiduras, desde fuera, cuando se escucha que si se contara con menos recursos la actividad de la Iglesia podría verse mermada? Que pregunten en esos comedores sociales donde ya se está dando un único plato de comida, porque si siguen dando dos, no llega para todos.

Allí, donde hay caridad y amor. La Iglesia ya estaba allí antes de la crisis, antes del IBI y mucho antes de que el IBI se llamara Contribución Territorial Urbana. Ya estaba allí y en esos mismos lugares va a seguir estando, al lado de los nuevos pobres cuando volvamos a ser nuevos ricos.

Cuantos pertenecemos y amamos a la Iglesia, y todos aquellos de buena voluntad que quieran arrimar el hombro, vamos a seguir construyendo el edificio común. Quienes nos difaman, saben – porque ellos mismos lo experimentan– que responderemos al mal con el bien. Esa que muchos creen nuestra debilidad, es justamente nuestra fortaleza.

Isidro Catela Marcos
Director de la Oficina de Información de la Conferencia Episcopal Española

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Publicado en el diario “El Mundo” (25 de mayo de 2012)
 

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lunes, 21 de mayo de 2012

Los caminos de Dios son inescrutables

Tomado del blog Desde el 5ºB
 
VERÍDICO:
En una de sus audiencias el Papa Juan Pablo II recibió a la más alta autoridad del judaísmo, Meir Lau, el gran Rabino del Estado de Israel. La entrevista se llevó a cabo en un ambiente fraternal, en la que el religioso judío mostró gran interés por contar al Santo Padre la siguiente anécdota.

Cuenta que, terminada la Segunda Guerra Mundial, una mujer católica se dirigió a un sacerdote  para hacerle la siguiente consulta: Ella y su marido tenían a su cuidado a un niño judío al que les habían encomendado sus padres poco antes de ser fusilados por los nazis; profundamente religiosos, habían suplicado que le educasen en la fe judía que profesaban. El matrimonio que acogió al niño se encontró ante el dilema de educar al niño en la Fe católica o en la judía. El sacerdote les animó a respetar la voluntad de los padres, y el niño fue educado como judío.

El Papa añadió que el también tenía ese criterio, incluso había dado el mismo consejo en idéntica situación.

Lo sé Eminencia, le interrumpió el Rabino, porque fue usted el sacerdote católico de la historia que le he contado... Pero lo que su Eminencia no sabe es que el niño huérfano… era yo.
 
 
 
Desde luego que a veces hay que descubrirse ante el artista de la creación.
 
 

 

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viernes, 11 de mayo de 2012

La búsqueda de la felicidad (I)

El hombre occidental del siglo XXI padece una tremenda ignorancia, que procede precisamente de creer que todo lo sabe. Es tal el "ombliguismo" en el que vive, que en muchas ocasiones te encuentras con personas que solo admiten como válido lo que ellos mismos han comprobado de manera fehaciente.

Este pseudo-empirismo absurdo, que obvia los razonamientos y experiencias humanas anteriores tiene, en mi opinión, un origen claro, que es la deificación de la ciencia, establecida en nuestras sociedades como la única fuente de legitimidad aceptable. Además la ciencia, en multitud de ocasiones, no es capaz de demostrar nada, sino solo de describir cómo se producen determinadas reacciones (físicas, químicas, psicológicas, etc.) pero sin poder explicar el por qué de la relación causa-efecto. Incluso grandes mentes de la ciencia caen en este error de bulto.

Este absurdo se verifica con especial clarividencia en las relaciones humanas. Pongo un ejemplo, que todos tenemos cerca alguno. Una matrimonio que se quieren, se casaron muy enamorados, que han tenido los hijos que ellos han decidido, que tiene dinero suficiente para vivir con comodidad, que tienen los bienes materiales que desean ¿por qué no son felices? ¿Qué les falta?

Es realmente interesante ver cómo la trascendencia* es capaz de completar en muchas ocasiones el razonamiento científico, porque hay lugares donde ese razonamiento ya no es capaz de llegar (sí, la razón humana tiene un límite).

Pero esto será objeto de otro artículo.


* Entendida como lo sobrenatural, como la capacidad del hombre para abrirse a algo/alguien que está fuera de su percepción física, pero que se puede percibir interiormente como válido y verdadero. 




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