- "[Los conyuges] con responsabilidad humana y cristiana cumplirán su misión y con dócil reverencia hacia Dios se esforzarán ambos, de común acuerdo y común esfuerzo, por formarse un juicio recto, atendiendo tanto a su propio bien personal como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las circunstancias de los tiempos y del estado de vida tanto materiales como espirituales, y, finalmente, teniendo en cuanta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la propia Iglesia. Este juicio, en último término, deben formarlo ante Dios los esposos personalmente. En su modo de obrar, los esposos cristianos sean conscientes de que no pueden proceder a su antojo, sino que siempre deben regirse por la conciencia, lo cual ha de ajustarse a la ley divina misma, dóciles al Magisterio de la Iglesia, que interpreta auténticamente esta ley a la luz del Evangelio." (GS 50)- "En relación con las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, la paternidad responsable se pone en práctica ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia numerosa ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido." (HV 10).- "Por consiguiente, si para espaciar los nacimientos existen serios motivos, derivados de las condiciones físicas o psicológicas de los cónyuges, o de circunstancias exteriores, la Iglesia enseña que entonces es lícito tener en cuenta los ritmos naturales inmanentes a las funciones generadoras para usar del matrimonio sólo en los periodos infecundos y así regular la natalidad sin ofender los principios morales que acabamos de recordar "(HV 16)- "Una práctica honesta de la regulación de la natalidad exige sobre todo a los esposos adquirir y poseer sólidas convicciones sobre los verdaderos valores de la vida y de la familia, y también una tendencia a procurarse un perfecto dominio de sí mismos. El dominio del instinto, mediante la razón y la voluntad libre, impone sin ningún género de duda una ascética, para que las manifestaciones afectivas de la vida conyugal estén en conformidad con el orden recto y particularmente para observar la continencia periódica. " (HV 21)
Punto 1: Cada matrimonio es diferente. La experiencia dice que en una circunstancia aparentemente similar, dos matrimonios distintos pueden discernir que tienen graves motivos, o que no los tienen, para decidir espaciar el nacimiento de un futuro hijo. Y los dos pueden estar haciendo la voluntad de Dios a pesar de que sus decisiones sean contrapuestas. Porque hay circunstancias internas del matrimonio que no se pueden conocer desde fuera. Incluso pueden discernir que efectivamente existen en su caso motivos graves para espaciar un nuevo nacimiento, y aun así decidir abrirse a la posibilidad de que venga un nuevo hijo. Si es una decisión consciente y libre, consensuada en la pareja, seguirá siendo tan válida como las otras dos opciones planteadas.Punto 2: La decisión debe ser de común acuerdo. El discernimiento del matrimonio para este asunto (y para tantos otros) es complementario. Muchas veces lo que no ve un conyuge lo ve el otro, pero sobre todo, no debe imponerse el criterio de uno de los conyuges sobre el otro.Punto 3: No es un discernimiento definitivo, sino dinámico. Debe ir haciéndose a lo largo de la vida matrimonial, porque las circunstancias van cambiando, y lo que ayer pudo ser considerado un motivo grave posteriormente puede cambiar y se debe volver a valorar la situación, y a discernir dentro del matrimonio. Se me ocurre un caso que sirva para ilustrarlo. Por ejemplo, la necesidad de atender la enfermedad terminal de un padre anciano puede hacer discernir a un matrimonio concreto que se debe esperar. Si posterioremente el anciano padre fallece, obviamente las circunstancias del matrimonio cambian, y deben discernir de nuevo.Punto 4: La paternidad responsable se practica por medio de la continencia periódica, es decir, exige del don de la templanza para practicar la castidad matrimonial. Ese esfuerzo es en sí mismo beneficioso para el matrimonio. Por mi propia experiencia, debo confirmar lo que dice la Iglesia respecto al influjo positivo que supone la templanza que requiere una paternidad responsable. Yo mismo puedo dar testimonio de que el esfuerzo por poner en practica lo que se ha discernido, genera un beneficio enorme para el matrimonio, incrementando la comunión entre los conyuges.y Punto 5: Aunque en algún momento pueda haber un discernimiento erróneo por parte de los conyuges, la vida de fe en comunidad ayudará a los esposos a descubrir los posibles fallos, si es que se producen. Los sacramentos y el influjo del Espíritu Santo ayudan a los conyuges a buscar siempre la voluntad de Dios, y por tanto a repensar las decisiones tomadas. Obviamente, en caso de duda, los conyuges pueden pedir consejo a alguien (un sacerdote, unos catequistas, etc.) que podrán ayudar a iluminar, pero la decisión, para que sea como la Iglesia quiere, debe ser tomada por los conyuges.
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