viernes, 11 de mayo de 2012

La búsqueda de la felicidad (I)

El hombre occidental del siglo XXI padece una tremenda ignorancia, que procede precisamente de creer que todo lo sabe. Es tal el "ombliguismo" en el que vive, que en muchas ocasiones te encuentras con personas que solo admiten como válido lo que ellos mismos han comprobado de manera fehaciente.

Este pseudo-empirismo absurdo, que obvia los razonamientos y experiencias humanas anteriores tiene, en mi opinión, un origen claro, que es la deificación de la ciencia, establecida en nuestras sociedades como la única fuente de legitimidad aceptable. Además la ciencia, en multitud de ocasiones, no es capaz de demostrar nada, sino solo de describir cómo se producen determinadas reacciones (físicas, químicas, psicológicas, etc.) pero sin poder explicar el por qué de la relación causa-efecto. Incluso grandes mentes de la ciencia caen en este error de bulto.

Este absurdo se verifica con especial clarividencia en las relaciones humanas. Pongo un ejemplo, que todos tenemos cerca alguno. Una matrimonio que se quieren, se casaron muy enamorados, que han tenido los hijos que ellos han decidido, que tiene dinero suficiente para vivir con comodidad, que tienen los bienes materiales que desean ¿por qué no son felices? ¿Qué les falta?

Es realmente interesante ver cómo la trascendencia* es capaz de completar en muchas ocasiones el razonamiento científico, porque hay lugares donde ese razonamiento ya no es capaz de llegar (sí, la razón humana tiene un límite).

Pero esto será objeto de otro artículo.


* Entendida como lo sobrenatural, como la capacidad del hombre para abrirse a algo/alguien que está fuera de su percepción física, pero que se puede percibir interiormente como válido y verdadero. 




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