Dios le dijo a su siervo: "Cada día empuja con todas tus fuerzas la gran roca que está junto a la puerta de tu cabaña".El hombre perseveraba fielmente en lo que el Señor le pidió. Día tras día, antes de ir a sus trabajos, el hombre empujaba la gran piedra con todas sus fuerzas... pero esta no se movía.Después de muchos años el siervo de Dios aun perseveraba obediente, pero comenzó a sentirse frustrado, pues la roca no se había movido ni un milímetro.Finalmente le dijo al Señor: "Ya estoy viejo y cada día he empujado la roca, pero esta no se ha movido ¿Por que he fracasado?"El Señor le respondió con profundo amor:"Querido hijo, cuando te pedí que empujaras la roca no era con el fin de que ésta se moviera. Quise mas bien enseñarte a dominar tu cuerpo, a fortalecer tu alma por medio de la disciplina, a conocer tus fortaleza y tus límites. Empujando la roca con perseverancia has aprendido a vencer la tentación del demonio que te decía que era inútil y has fortalecido tu fe.Además, Yo sabía que tus enemigos eran fuertes y vendrían contra ti. Por eso quise que ejercitaras tu cuerpo. Gracias a tu perseverancia, empujando la piedra cada día, desarrollaste una gran fortaleza física y tus enemigos no han podido contra ti. Ahora eres fuerte espiritual y físicamente. Has vencido al demonio y a tus enemigos de la tierra. ¿Crees que fracasaste?. Cierto, no has movido la roca, pero tu misión era solo ser obediente y empujar para que yo cumpla en ti mis designios.Lo has conseguido. Ahora, querido hijo, Yo moveré la roca".
A veces no entendemos, a veces renegamos, nos superan los acontecimiento grandes y pequeños. Pero el Señor tiene otra visión.
Confiemos en Él.
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Este cuentecito no es mío, lleva mucho tiempo rodando por internet.
ResponderEliminarA veces una historia alegórica enseña más fácilmente que una frase teológica muy profunda. El mismo Cristo se sirvió de las parábolas para enseñar.